sábado, 18 de junio de 2016

El más grande

Con sus poco más de 3 kilos era el más pequeño. Sin embargo, se ve que el peso o el volumen son malas medidas para el vacío que no es sino la ausencia de todo, peso o volumen. Desde que se fue, especialmente esta semana, he tenido la sensación de que los 7 perros que me recibían eran solo una fracción de aquellos que solían hacerlo no hace tanto. Es una sensación muy extraña porque cuentas: uno, dos ... y así hasta siete. Y te das cuenta de que, efectivamente, solo falta uno y era además el más pequeño. Sin embargo, ese 3% de peso que falta, ese 12,5% de animales que no están, se antojan algo así como un 30%. Curiosidades de nuestra mente. Incluso cuando les doy de comer. El que come solo sigue comiendo solo y no noto diferencia. Los dos que comen aparte, siguen comiendo aparte y no noto diferencia. Y los cuatro que comían a continuación, con uno de ellos sobre la mesa para que pudiera comer en paz siguen siendo cuatro pero contando casi como tres y pico porque sigue faltando algo.

En cualquier caso, se avecinan tiempos de cambio. En el trabajo, la mudanza a la nueva casa ... en cierta forma una nueva vida empezará a mitad de año. Mi foto en el Whatsapp es una tarta de Navidad, con un 2016 pintado y a medio comer. El comentario: "el 2016 está medio comido ya". Y no es que lo esté ahora, es que ya lo estaba cuando tomé la foto el 1 de enero. Así pasa el tiempo.

Un saludo, Domingo.




sábado, 11 de junio de 2016

Cara de fumaíllo

Esta es una historia de amor con final triste que empieza con un intrascendente dato técnico posiblemente desconocido para los lectores del blog: Mi móvil es un móvil chino. Este incontrovertible dato, además, debe leerse como que el fabricante tanto del móvil como de los componentes es chino. Quedaría por saber si es un original chino o una copia china del original chino. Creo que el caso es el primero. Lo compré hace dos años porque quería un móvil de 2Gb de RAM y cierta potencia por la mitad de lo que solían costar móviles similares de marcas conocidas en Occidente.

Continúa con otro dato que sí debe ser más conocido para los lectores del blog. Soy donante de sangre. Esta semana, si no me he equivocado en las cuentas, llegué a las 130 donaciones. Al llegar al Centro Regional de Transfusión Sanguínea de Málaga me encontré con que había una cierta cola, inusual salvo que regalen algo o hayan hecho algún tipo de llamamiento y que incluso había una unidad móvil de Telecinco grabando lo que llamaban "un falso directo" que debían emitir esa misma noche en el telediario y al día siguiente en el matinal.

Y acaba, como decía, con un final triste. Al llegar a la casa, nunca nos recibirá Pachitto con su "Panchi-rally" ni tendré que subirlo a la mesa para que pueda comer tranquilo sin la preocupación de que cualquiera de los otros le quite la comida.

Casualidades e ironías de la vida, el lunes, tras ir a donar sangre, les daba de comer a los perros. Pancho, subido a su mesa, se negaba a comer. No era inusual, pasaba con cierta frecuencia, sobre todo si el día anterior había comido bastante. Yo lo subía y lo bajaba con una mano, sin esfuerzo alguno. Su peso: 3,5 kilos. Su raza: cruce de Chihuahua con, quizás, Caniche. Los ojos saltones, hocicorto ultrafino y carilla de fumaíllo.

Pensé que dentro de unos años estaría tan mayor que quizás no sería conveniente cogerlo de esa forma. Por otro lado, la diferencia de tamaño con los otros y su miedo a ser arrollado por ellos en cualquier carrera inconsciente seguiría haciendo necesario darle de comer aparte. Me equivocaba.

Aparentemente tenía alguna enfermedad latente que se manifestó tras un mordisco de la que es a la vez la más pequeña e infantil y la segunda más grande en volumen. Un juego/combate desigual. Lo llevé al veterinario y suturaron las lesiones cutáneas, de poca preocupación, sin anestesia porque era tarde y no era conveniente que un perro despertara de la anestesia en la casa donde los profesionales capaces de identificar los problemas secundarios de la misma brillan por su ausencia. Ni se movió cuando le echaban los tres puntos: era tan duro como pequeño.

De madrugada me despertaron los ladridos lastimeros y, como no se le pasaban, lo llevé a urgencias. Solo pudieron comprobar que estaba muy dolorido pero no apreciaron nada que pudiera ser el origen de las molestias. Le inyectaron un calmante y el perro, mucho más tranquilo, volvió a casa. Descansando lo dejé y me fui a trabajar temprano con la intención de así volver antes y poderlo llevar al veterinario en caso de ser necesario.

Al volver por la tarde, no había probado bocado, se había bebido toda el agua y estaba tirado en el suelo echo un trapo. Alarmado lo llevé al veterinario y al llegar vi que la orina tenía un color rojizo. Del veterinario de nuevo al hospital. Se quedó hospitalizado con gran alivio por mi parte porque pensé que el perro no iba ni a durar unas horas. A ello habían contribuido unas miradas entre los veterinarios cuando descubrieron que lo que había en la orina era bilirrubina, indicativa de fallo hepático.

Al día siguiente, el perro no se encontraba mucho más animado pero al menos los análisis mostraban señales de progreso. Yo seguía confiado. Y más al tercer día cuando, tras jugar al fútbol, fui a visitarlo y lo encontré de pie. Estuvo de pie, en su jaula, durante todo el tiempo que yo estuve allí. Su estabilidad no era la mejor pero poco más se podía pedir a un perro que había esquivado la muerte varias veces y estaba ahora centrado en conseguirlo otra más. No lo pedí pero me lo dio, un par de veces acercó su minihocico ultrafino a mi mano como si me acariciara él a mí en vez de yo a él. Y carilla de fumaíllo, Esta vez con razón pues a su estado de gravedad se le debía unir el efecto de la medicación. Quise sacar el móvil para hacerle una foto. Pero era inútil porque la actualización de software que el fabricante chino había sacado para ese modelo la semana anterior solamente tenía un fallo: abrías la cámara y nada se veía, todo estaba negro. Tan negro como el negro de la foto cuando apretabas el interruptor virtual.

Ayer, en cambio, me llamó el veterinario. Algo parecido, salvando las distancias, a cuando falleció mi abuelo. Con el fallo hepático en remisión ahora había señales, muy intranquilizadoras de fallo renal y también de posibles problemas de coagulación. Un par de horas después vendría la confirmación. La confirmación de esa tristeza que te recuerda cualquier cosa que ves, cualquier cosa que escuchas y que no puedes sino relacionar con tal o cual cosa, relacionada con tal o cual otra y que invariablemente acaba en el ser perdido. Independientemente del número de patas. La confirmación de que , la historia de amor, pues dije que era una historia de amor, efectivamente tendría final triste.

Así pues, el lector avezado habrá notado ya que han quedado justificadas las menciones la móvil chino, a la donación de sangre y a la tristeza del final Sin embargo, la historia de amor no lo ha hecho todavía y es simplemente porque así es como quisiera acabar la entrada y como quisiera recordar a Pancho, sus "Panchi-Rallies" y su carilla de Chihuahua, esa que auxiliares de veterinaria o veterinarios coincidían en calificar de "muy simpática", calificativo que, ciertamente, hace más justicia que el titular de la entrada.

Pancho o Panchitto, apareció hace unos años por el campo. Acompañaba a otro perro que, por algún motivo, visitaban a los nuestros. El otro parecía vagabundo. Él no lo era. No tenía chip pero tenía collar y una vez vino con una cuerdecita cuidadosamente atada al collar, señal de que se había escapado. No era un perro maltratado pero por alguna razón la búsqueda del amor le invitaba a abandonar su hogar. Al principio pensamos que era simplemente algo físico, hormonal, por no estar castrado. Pero era algo más que eso.

De natural miedoso, tardó cerca de un mes en dejarse acariciar y cuando ya parecía que era uno más del grupo, desapareció para volver a las varias semanas con la anteriormente mencionada cuerda atada al collar. Volvió para no irse más, para pasar todo el tiempo que pudo al lado de su amado. Esa conexión que desafía la mera explicación de que Scotty era un animal castrado y la ausencia de olor que ello provoca puede ser interpretado por los machos no castrado como olor a hembra.

Panchitto recibió su chip, fue chipado como diría un veterinario, fue castrado con la esperanza de que la compulsión que tenía por montar al que ya considerábamos "su novio" fuera desapareciendo a la misma vez que la cantidad de testosterona que todavía circulaba por su sangre. No lo hizo. Ni lo hizo años después de castrado. Y lo que es todavía más sorprendente, Scotty en vez de reñirle como hace con cualquier otro perro, ya le triplique en altura y peso, se dejaba masajear los cuartos traseros pues, debido a la diferencia de tamaño, era lo único que conseguía.

El martes hasta me dio la sensación de que me preguntaba por él. Es de esos perros que parecen personas y a los que solo les falta hablar. Pero clara y lamentablemente no lo son ni pueden hablar. Posiblemente en unos días ya se habrá olvidado de su novio. No es posible sino seguro que yo ya he derramado más lágrimas recordando esa cara de fumaíllo de las que él jamás podrá verter. Pero así son las historias de amor, sobre todo las tristes que no por tristes dejan de ser de amor.

Un saludo, Domingo.

sábado, 4 de junio de 2016

Un sueño reparador (Mini relato)

Se levantó tranquilo, con la tranquilidad del que no recuerda nada de lo acontecido en las últimas horas y la despreocupación por no hacerlo. Se dirigió al baño con una velocidad y decisión que podía parecer la de otros tiempos pero cuya única razón era el frío de la noche. Delante del espejo, introduciendo la mano entre el cuerpo y la ropa se rascó la nalga derecha tal como solía hacer hace años tras sus siestas de pijama y orinal. Abrió el grifo del agua caliente; también el del agua fría, mínimamente, y con las manos llenas de gel se lavó primero las manos y luego la cara.

Con los ojos cerrados, palpó en búsqueda de la toalla. La toalla hacía años que había perdido la suavidad, pero al menos conservaba su poder de absorción. En otra ocasión habría tenido el pensamiento recurrente, la intención de tirarla y el remordimiento por haberlo pensado. No en esta ocasión. Ahora solo le preocupaba una cosa: volver a la cama.

Un saludo, Domingo.