sábado, 21 de mayo de 2016

Jugando al billar

Hace unas semanas trajeron un billar a la zona de recreo de la empresa y de vez en cuando me pasaba por allí a ver si había alguien jugando. Una de las veces me encontré con tres compañeros, con la misma categoría que yo aunque en un equipo diferente. Los cuatro estamos (o estábamos) preparándonos además la misma certificación.

Luego, hemos coincidido varias veces allí y hemos jugado tres o cuatro partidas. Normalmente formamos dos equipos mixtos pues de los cuatro, dos somos españoles y los otros dos, inglés e irlándés si no recuerdo mal.

El irlandés es, precisamente, el que juega mejor con muchísima diferencia. Fue algo que sospeché la primera vez que lo vi entrar. No sé todavía muy bien por qué porque nunca habíamos hablado de ello ni demostró ninguna actitud que lo delatara. Simplemente entró de forma casual y quizás fue eso lo que despertara mi sentido arácnido. ¿Quién sabe?

El caso es que cuando golpeó el primer par de bolas ya quedó bastante claro que los demás podríamos jugar mejor o peor pero él simplemente sabía jugar. Está o estaba apuntado a algún tipo de club y nos cuenta cosas acerca de cómo juegan, qué normas usan, etc.

No necesariamente relacionado con lo que nos cuenta, ya sabía que hay infinidad de normas, quizás tantas como jugadores (todos los que hemos jugado, lo hemos hecho alguna vez con alguien que seguía unas normas ligeramente diferentes. O incluso nos las hemos inventado, tal como hacíamos Jesús y yo hace unos años para alargar las partidas, maximizando el dinero y la diversión al forzarnos a embocar las bolas en orden numérico.

Lo que no sabía, aunque debía habérmelo imaginado por razones como la anteriormente mencionada así como la afición angloparlante por las apuestas es que se pueden llevar las cosas mucho más lejos. Tanto más lejos cuanta mayor sea la habilidad de los participantes con el taco y las bolas de billar.

Por ejemplo, Cada mes ponen un bote dedicado a un juego en concreto. Quien desea jugar, echa un euro al bote. A continuación, coloca las bolas, abre y debe intentar embocar tantas bolas como pueda sin fallo. Si sucediera que emboca las 15 bolas, volvería a poner todas las bolas, volvería a abrir y continuaría. Cuando el inevitable fallo se produjera, se contaría el número de bolas embocadas de forma consecutiva, pongamos que 20, y esa sería la marca a batir Si nadie en el mes bate la marca, la persona se lleva el bote. Por otro lado, si el bote es goloso y uno es habilidoso, solo tendría que echar un nuevo euro y probar suerte.

Independientemente del bote, tiene pinta de ser un juego divertido para los principiantes. Es algo que habrá que probar. Lo que veo más complicado es alcanzar el récord que nos contaba este compañero de alguien que embocó 77 bolas sin fallo. Dicho de otra forma, abrió cinco veces, metió las 15 bolas cada vez que abrió, abrió una sexta vez, embocó la primera, la segunda ... y falló.

Eso me hizo pensar en otras situaciones, lo que normalmente llamamos "la élite" de personas que hacen cosas muy difíciles y lo hacen muy bien y durante mucho tiempo. En muchos casos además la precisión que alcanzan es más de máquina que de persona. Hablo de algo tan positivo como un jugador de billar, un futbolista, un tenista, cualquier otro deportista, el creador de un sistema operativo,  o algo tan negativo como un francotirador, un asesino en serie, un ladrón de bancos, un creador de virus informáticos ...

Al final la habilidad es la misma. Es la sociedad, los genes (los efectos de miles de sociedades pasadas) y no sé muy bien qué más lo que convierte a una persona con potencial en un héroe o un villano, un policía o un ladrón, un pintor o un falsificador ... ¿Cuántos falsificadores no habrán sido poseedores de una técnica pictórica aún más depurada que la de aquellos a los que imitaban? ¿Cuántos niños soldado acaban con la inocencia de otros niños solo porque hubo alguien que así lo hizo con la suya?

Y una vez llegado a este punto, sabiendo o al menos pensando que muchas de esas personas no tienen sino la opción de ser lo que la sociedad les marca ¿Quién soy yo para criticarlos?. Critica el pecado, compadécete del pecador, creo que decía el dicho cristiano. Se empieza jugando al billar y se acaba compadeciéndote de un terrorista y apenándote por no hacer nada al respecto. Creo que voy a tener que dejar de jugar al billar con gente habilidosa. Quizás lo mejor sea jugar yo solo, poner un euro cada vez que juego y, al final del mes, llevármelo yo solo.

Un saludo, Domingo.


sábado, 14 de mayo de 2016

Arcoíris doble

Ayer fue día de arcoíris doble y esta vez supe algo má de por qué ocurría. Hará un año leí un libro de un profesor estadounidense famoso tanto por sus conocimientos como por su forma de divulgarlos. Entre otras cosas comentaba cómo buscar arcoíris en cualquier fuente o aspersor que generara una cierta cantidad de agua en suspensión. Si no recuerdo mal, bastaba con que hubiera sol y que estuviera colocado a tus espaldas mientras tú mirabas hacia el conjunto de gotas en suspensión. En esta posición, mirando primero hacia la sombra de tu cabeza y luego levantando la vista unos 20 ó 30 grados, ya podrías ver un bonito arcoíris.

Indicaba también que era relativamente fácil encontrar un doble arcoíris y factible, aunque extremadamente raro, encontrar el triple arcoíris. Ayer, fui no solo testigo de uno doble sino que además el arcoíris primario además de ser extremadamente bello y bien formado, se escondía en la base de las montañas que se sitúan a unos cientos de metros de mi casa. Era como si naciera allí, algo que nunca había visto. Por supuesto, había muchísimas personas fotografiándolo, yo una de ellas.


Cuando fui a compartir la foto con algunos amigos, me encontré con que otros, de otra parte de Málaga, ya lo habían hecho.