sábado, 9 de julio de 2016

Consumismo

Si viviera en Cuba la pregunta que me hicieron ayer hubiera tenido una respuesta muy diferente. Pongámonos en perspectiva. Una lavadora que tiene 6 años se estropea. Llamas al técnico y tras hacer varias pruebas concluye que son "los cojinetes". A continuación llama para pedir un presupuesto. Al acabar la llamada, hay una cifra: 280 euros.

Contesto: "Lo hablaré con mi mujer pero creo que compraremos una nueva". Me mira con una expresión que osaría a definir como perplejidad y entonces el perplejo soy yo. ¿Cómo puede extrañarle que decida no reparar una lavadora de 6 años por 280 euros cuando por poco más tienes una nueva?.

Me dice, es que hay que desmontarla completamente, quitar hasta el tambor para poder cambiar los cojinetes, por eso es la cantidad. No, si yo eso no lo dudo. De hecho, lo entiendo perfectamente. Reparar esa lavadora requiere una serie de horas, ellos tienen un precio por hora ... total tantos euros. De hecho, pregunté luego a mi cuñado y me confirmó que el precio de los famosos cojinetes eran unos 30 euros. Pongamos 60. El problema es que él confirmaba que repararlo tú mismo requiere horas y horas y el riesgo de que no quede bien.

Eso en Cuba no pasaría. Imagino. Y en una sociedad más racional entiendo que tampoco. Y si yo fuera un manitas menos. Pero a pesar de que podría adquirir el conocimiento necesario, no tengo el tiempo para hacerlo y sí el dinero para comprar una nueva por "algo más" de lo que me cuesta que otro la repare. De hecho, ahora que lo pienso, lo mismo aquí también se repara la lavadora. Lo mismo si la dejo en cualquier sitio la verá algún chatarrero que tenga el tiempo y conocimientos, cogerá cuatro piezas de otra lavadora que sí sea un despojo y venderá esta que está prácticamente nueva por 150 euros.

Tiramos una gran cantidad de cosas y con ellas tiramos dinero, cantidades increíbles de dinero. La lavadora es un ejemplo pero hay más: mis libros. Al seleccionar los libros para la mudanza, hubo una gran cantidad de ellos que sabía que no volvería a leer de nuevo. Un libro en cierta forma es como un animal de compañía, merece un dueño que lo quiera y lo lea. Así que decidí darlo a alguien que quisiera leerlos.

No sé cuántos libros son pero pongamos que entre 60 y 100. Digamos que 100 porque es un número más redondo. Diferentes temáticas, diferentes idiomas ... alguien debería estar interesados en ellos. Mi primera idea fue darlos a alguna biblioteca aunque no sé si la gente sigue yendo a las bibliotecas a leer. La segunda fue cobrar un euro por libro. Si dono 100 libros, por poco que me costaran en su momento, estoy donando digamos que 500 euros. Vale que es como cuando vas al cine, no pagas por la copia de la película, pagas por el rato que pasas. Mi forma de ver los libros es similar, no pagué por el objeto físico sino por la lectura. Una vez leídos, si además puedo recuperar algo de la inversión inicial, pues mira.

Y ese recuperar no tiene por qué ser en dinero y no tiene por qué ser para mí. Puede ser para una ONG. Así pues, pensé que lo mismo se podría hacer algo para alguna de las ONGs con las que colabora mi empresa. Al final en la empresas decidieron que no, que era demasiado jaleo. Bueno, pues ya está. Otra opción es donarlos a una obra social. Hablo con un amigo mío que trabaja en Unicaja y me dice que se pone en contacto con la persona que se dedica a la obra social. Al día siguiente me mostraba, digamos que su desilusión, porque la acogida no hubiera sido más efusiva. No valoraré al responsable, sus motivos tendrá, ni a Unicaja. La prueba está en que mi amigo trabaja para ella y se ofreció a moverlo todo, lo intentó y al final simplemente no pudo ser.

La última opción barajada es una ONG que se dedica a ayudar a animales. Veremos si se puede hacer algo. Otra opción sería acercarse a algún mercadillos de estos que tanto gusta a los guiris. La última, posiblemente la ideal, sería la de ponerlos en circulación en alguna de estas aplicaciones que hay para compartir libros pero requiere estar yendo cada dos por tres a Correos y posiblemente que el comprador se gaste en gastos de envío casi el mismo dinero que en comprarlo nuevo (o usado desde otro país). De nuevo, en otra sociedad, en otras sociedades, no pasaría. Y la culpa en parte es mía por formar parte de esta sociedad y por no querer pasarme 100 veces por Correos para darle 100 nuevas vidas a 100 viejos libros.

Un saludo, Domingo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario